La Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA) advierte que los objetivos climáticos de la Unión Europea para coches y furgonetas ya no son viables con el ritmo actual de electrificación. Reclama una hoja de ruta más flexible que combine sostenibilidad, competitividad y apoyo al consumidor.

Europa no va a tiempo para cumplir sus promesas. Los objetivos de reducción de emisiones de CO2 para coches y furgonetas en 2030 y 2035 —clave en la estrategia climática de la Unión Europea— se alejan cada vez más, según alerta la Asociación Europea de Fabricantes de Automóviles (ACEA).

El problema, explican, no es la falta de compromiso del sector. Los fabricantes mantienen su apuesta por alcanzar la neutralidad climática en 2050 y continúan invirtiendo miles de millones en electrificación. En la actualidad, los miembros de ACEA ya ofrecen casi 300 modelos electrificados —entre eléctricos puros, híbridos enchufables e incluso de hidrógeno—, y muchos más llegarán en los próximos meses.

Sin embargo, la realidad es otra: las infraestructuras de carga no crecen al ritmo necesario, los incentivos son irregulares y la demanda sigue siendo débil. «El mercado no puede sostener por sí solo la velocidad que marca la regulación», advierten desde la asociación.

Un modelo que pone en riesgo la competitividad europea

El enfoque actual de Bruselas, centrado casi exclusivamente en los vehículos 100% eléctricos (BEV), preocupa a los fabricantes. Según ACEA, esta estrategia «pone en peligro la competitividad industrial y la autonomía tecnológica de Europa», ya que el continente todavía depende en gran medida de Asia para el suministro de baterías y materias primas.

Además, la caída de la rentabilidad en el sector —afectado por el alto coste energético y la pérdida de cuota de mercado global— agrava la situación. En 2024, las 19 mayores compañías del mundo vieron reducidos sus beneficios casi a la mitad, y solo en ese año se perdieron unos 90.000 empleos vinculados a la automoción en Europa.

El segmento de las furgonetas eléctricas es el más rezagado: sus ventas siguen muy por debajo del objetivo intermedio de reducción del 15% de CO2 previsto para 2025. Si no se corrige el rumbo, advierten los fabricantes, las consecuencias podrían ser contraproducentes: los consumidores optarán por conservar sus vehículos más antiguos durante más tiempo, lo que aumentaría las emisiones totales.

Tres claves para una transición más inteligente

ACEA plantea una revisión urgente de la estrategia europea de descarbonización basada en tres pilares principales:

Reforzar las condiciones para la electrificación: más puntos de carga, una red eléctrica moderna y estable, incentivos duraderos y normas realistas.

Vincular clima y competitividad: adaptar los objetivos a cada tipo de vehículo (coches, furgonetas y pesados) y garantizar la resiliencia de la industria europea frente a sus competidores.

Apostar por la neutralidad tecnológica: no excluir alternativas como los híbridos enchufables, los extensores de autonomía o el hidrógeno, que también pueden contribuir a reducir emisiones.

Una Europa a tres velocidades

La transición hacia el vehículo eléctrico tampoco avanza al mismo ritmo en todos los países. Mientras algunas naciones del norte y oeste lideran la adopción, gran parte del sur, centro y este de Europa se queda atrás.

Actualmente, los coches eléctricos de batería representan solo el 15,8% de las matriculaciones en la UE y las furgonetas apenas el 8,5%. Según las previsiones, en 2035 los vehículos eléctricos supondrían el 63% de las ventas, muy lejos del objetivo de cero emisiones.

Para ACEA, esta desigualdad amenaza con crear una «Europa de tres velocidades», donde el coche —símbolo durante décadas de prosperidad y movilidad social— podría convertirse en un lujo al alcance de pocos.